Toda estación tiene sus cosas buenas y malas. El invierno no sólo trae días sin baja presión, reencuentro con esa ropa que no recordábamos haber comprado el año anterior, adquisición de botas que hacen la vida de una mujer tan feliz. Sí, suena frívolo pero es así. Botas = felicidad.
La vida tiene sus vueltas, no podía ser color de rosa... todo yin tiene su yan, todo yan su yin, la cal y la arena... El frío trae consigo algo que me molesta bastante, casi llegando a un 4 en la Carolina Anger Scale.
Qué problema tiene la gente con abrir dos centímetros la ventanilla en el colectivo????? Es cuestión de subirse y sentir cómo el airecito te envuelve con sus brazos y no te deja respirar más.
Esto se agrava un poco si es que sos algo alérgico, por ejemplo, a la lana y sus pelitos; entonces te empieza a picar todo, empezás a moverte con una pisca de nervisismo, buscás desesperadamente esa hendija que te libere de tal malestar... y nada.
Sabés qué?? Bajate!!!! Bajate ya!!!!
Nadie abre nada... parece que tienen miedo que el vientito les robe el alma. Sí, yo soy de las que se sientan y abren la ventanilla, haya sol, lluvia o 5 grados bajo cero. Y te ando de musculosa y camperita de hilo (en casos de fríos extremos) durante todo el invierno.
Mi casa es el lugar donde los pingüinos mueren de hipotermia. Migran en invierno porque el comedor se pone demasiado fresco para ellos.
Lo bueno de la primavera es que devuelve la ventilación al bendito colectivo... Pero trae alergias...