lunes, 14 de marzo de 2011

Vacaciones. Día 4 más tarde y día 5


Salimos temprano de Punta del Diablo con el destino en GPS al Chuy, ciudad fronteriza.
Quilombo de gente. Una avenida con boulevard separa los dos países, podés comprarte zapatillas en el free shop uruguayo y remeras Hering enfrente.


Los controles son nulos, podría haber ingresado con tres delfines en el baúl y volver con cuatro pandas que nadie mira nada.
Interesante no hay nada, la verdad. No hay tanta diferencia de precios si tenemos en cuenta las compras que se pueden hacer con los beneficios que otorgan los bancos o con las compras con descuentos por internet.

A colación de esto les digo que sé que prontamente tendré que hacerme ver por ese temita, no puedo no comprar, y encima arrastro a más gente a hacer lo mismo. Digamos que soy la manzana podrida del cajón.

Volvamos a Uruguay. Del Chuy nos fuimos a Valizas. Nos habían dicho que estaba muy bueno para hacer desde ahí la visita a Cabo Polonio, pueblito hermoso según contaron.
Llegamos a eso de las 14 hs, a las 14:30 hs ya estábamos otra vez en la ruta con nuevo destino, La Paloma.
No encontramos alojamiento en Valizas, lo que había era un tanto desprolijo, por decir de alguna manera. Yo prefiero dormir en carpa antes que en cualquier lado, tengo un serio problema con las almohadas y colchones, me dan asco si el lugar pinta medio sucio; pero asco de no poder dormir. Recuerdo una vez que con Rober nos quedamos a dormir en la casa de un amigo y tuve que forrar la cama con la ropa nuestra...

Yo prefiero la carpa a dormir con ácaros de dudoso pasado, Rober prefiere seguir viaje y encontrar un hotel, o hostel o al menos una cama digna. Así fue como seguimos directo a La Paloma.


Día 5


Recomendación: si vas a una playa que sabés no es virgen (o sea, ya está bastante pisadita) y no hay gente es porque no es ahí donde tenías que ir. Esa no ha de ser la playa linda.
Si van a La Paloma visiten el faro sólo para sacarse la foto, no tomen sol en esas playas aunque sean las más cercanas... los caracolitos, piedritas y conchilla les darán una linda paliza cuando se encuentran con el viento. Ojo.

Lo feo que es que te recomienden esto cuando ya estás de regreso. Es como esos que te dicen que tu novio era terrible hijo de puta después de cortar... amigo es el que te lo advierte cuando estás en el baile...

Mala gente!



jueves, 3 de marzo de 2011

Vacaciones. Día 4

Mi familia ha sido cuando niña una tradicional organización de tiempos antiguos. Padre que sale a trabajar y buscar el pan de cada día; mamá catequista, buena cocinera y costurera que se queda en casa criando a sus hijos, dos nenes y una nena.

Cuando tenía 5 años mis papás compraron un lote donde comenzaron a construir una quinta en las afueras de la ciudad. Recuerdo que íbamos con mi vieja en un Fitito tantos chicos como espacios brindaba el auto...
Por ese entonces mi hermano mayor que tenía 14 años más o menos aprendió a manejar.
Mi otro hermano, bajo el precepto "Lo que hace el mono hace el monito", también aprendió a manajer bajo la enseñanaza y supervisión de mi madre.
Es un clásico en la ciudad chica que uno sepa manejar desde muy pequeño, obvio que no andás por el centro ni por ruta, pero solés hacerlo en las calles de tierra.

Yo no quise nunca aprender. Debo haber ido unas tres o cuatro veces cuando tenía 15 años pero no, no hay caso. Es el día de hoy, tengo 30 y no quiero, me niego a aprender a manejar.
Deben ser mis aires de princesa...

Tengo además serios trastornos de memoria en lo que a la conducción respecta. No hay forma, no hay manera que recuerde, aunque les parezca mentira, cuál es cuál de los tres pedales. Ni idea.
Tiempo atrás Rober tuvo un auto viejito que si no lo arrancabas día por medio directamente no arrancaba más; por lo tanto, cuando él viajaba yo tenía que ir a arrancarlo. Cada vez tuve que llamar a mi papá (única persona que te sigue queriendo aunque seas terrible boluda) para que me recordara con cuál aceleraba.

Tengo una negación total.

En el 4º día de vacaciones descubrió Rober -él siempre insiste, mejor dicho insistía, para que aprendiera-, lo bien que hago al no poner en riesgo mi vida y alrededores con un auto en mano.
Íbamos camino al Chuy cuando tuve la sensación de que iba al revés. O sea, tuve la impresión de que el carril correcto era el izquierdo y no me lo callé, "uuuy, pará! Estás mal... o no? Jajaja, pensé que estabas manejando al revés!!! Sería mucho más cómodo ir por la izquierda...".

La naturaleza es sabia. Yo no tengo que manejar si quiero preservar mi vida.

Roberto me tiene miedo.