Hacele caso a tu sed

Obvio que habrá algunos que no me soportarán, pero suelo caerle bien a la gente.

"Es diviiiiiina!", es comunmente la devolución que hacen los amigos o amigas de mis novios al conocerme.

Es una cualidad que acostumbro a resaltar, mi simpatía. Esa es mi característica, soy la copada.

Los amigos de Rober no sienten que tiene que competir conmigo por un espacio y un tiempo con el antes mencionado, se animan a invitarme a sus cumpleaños, me compran vodka y se atreven a tratarme con si fuera un chabón; y las amigas, esas yeguas, estúpidas agazapadas, no me joden e incluso me cuentan sus secretos. Esto lo sé porque también tengo amigos varones y ahí soy yo la yegua, estúpida agazapada que hace veredicto sobre el nuevo amorcito de, supongamos, Lucas.

"Eh?!?! Te dijeron que era re macanuda pero tengo bigote????", fue mi grito ante la confesión de Roberto.
Claro, es lógico. Autoricé a mi chico a contarles lo sucedido.
En nuestros primeros encuentros su barba incipiente destrozó mi cara, no sabemos si lo mío fue una reacción alérgica a algún producto que él utilizaba o a él mismo, porque no era la primera vez que besaba a un chico barbudo. A él tampoco le había pasado eso con otra.

La cuestión es que luego de la lastimadura y los moretones, las horas invertidas pasándome un cepillo de dientes suave para retirar la piel muerta y los kilos de Dermaglos, en la zona del bozo me quedó una mancha que hacía parecer que llevaba con orgullo un tupido bigote.

La joda me salió bastante cara... la cremita que tuve que usar me costó $180 porque tuve la suerte que la obra social me cubrió el 80%. Estuve todo el verano, el tratamiento lo comencé en noviembre, con una espesa capa blanca de protector solar, gorrita y tapándome del sol con las manos.


Así también me conoció mi suegro. Habrá pensado que su hijito había decidido entregarse al amor de un travesti.


Menos mal que soy simpática...