viernes, 28 de noviembre de 2008

Sólo una buena metáfora


Hay término que suene más vago y menos profesional que "golpe de calor"?????

Estaba hoy leyendo las noticias de mi ciudad -esa donde nombran Geisha a un local que vende ropa de fiesta, así de mal están... tanto por lo ilógico de la razón social que nada tiene que ver con los orientales, como por los precios que manejan, es de esos lugares donde cuelgan tres remeras, cuatro pantalones y dos vestidos; donde un pedazo de tela que aseguran es una modernísima pollera no baja de los $250; donde hay empleadas que están para no atenderte, como si uno las molestara al entrar, ni hablar cuando osás preguntar un precio (que, por supuesto, no está puesto en la etiqueta... cosa que me pone de pésimo humor, y de bajísima predisposición para la compra)-, cuando encuentro la noticia según la cual en varias escuelas los chicos sufrieron golpes de calor.

Deberían contratar a alguno de los guionistas de menúes de Palermo Bolibud para renombrar esos términos que tan mal suenan. Bah... supongo que los deben elegir a esos muchachos, se debe estudiar en algún lado eso de escribir los platos utilizando la mayor cantidad de palabras innecesarias.

El que utiliza más renglones para poner milanesa a la napolitana con ensalada de lechuga y pure, se lleva diploma de honor???

Yo estoy convencida que debe haber concursos ocultos entre ellos, o que por lo menos se juntan a leer lo que hizo cada uno y se descomponen de la risa sobre un diminuto puf.

No sé... en cualquier momento le van a poner "lacalor", así, todo junto.

Vecina: qué le pasó a Delma?

Hija: le agarró lacalor, la pobre está a la miseria.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Palermizando

Los cereales en la leche son la manera políticamente correcta, y visualmente agradable de "hacer sopita*".
Hacer sopita: dícese de la actividad mediante la cual uno romperá en pedazos pequeños el pan y / o galletitas con el fin de zambullirlos en la leche o cualquier bebida, sea ésta fría o caliente.
Recomendación de la casa: sopita de Don Satur salados en leche chocolatada.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Aquaman

Salimos a las 8:15 hs con mi hermano rumbo a mi trabajo.

Cargué la mochila con ropa para el laburo mañana ya que esta noche duermo con el Rober, ropa deportiva para mi clase de gimnasia; cremas varias, para la cara, corporal, protector con factor 60 y con factor 15, pomadita para que no me hagan mal los aritos, y alguna más vaya a saber para qué; perfume, otro perfume, talco en aerosol para refrescar mis piecitos, esmaltes diversos, limas, algodones, palitos de naranja, y más de 3.500 cositas más.

Pero hay algo más importante que todo lo antedicho, por lo menos así lo vio mi hermano.

La botellita de agua mineral (que por cierto lo único que tiene de agua mineral es el envase).

Hermanillo: cuándo es que nos dio tanta sed????
Ya no aguantamos llegar hasta el trabajo o hasta casa para tomar un vaso con agua que estamos de acá para allá con una botellita???
Y encima es cuestión de llegar a destino que ya la estamos cargando nuevamente para seguir tomando... por qué???

Nos estamos deshidratando?????

Qué somos ahora??? Un 97% de agua???

Si nos estamos quedando sin este tan preciado líquido es nuestra culpa, es responsabilidad absoluta de la creciente sed que azota a la gente.

Cuando el abuelo iba a trabajar, se llevaba para el camino medio litro de Eco de los Andes?? No, y no moría deshidratado; y viajaba en bicicleta, eh!

Qué nos está pasando?? La sed está de moda????

Casi me meo de la risa con su discurso acuático, no sé si por muy gracioso o por la cantidad de agua que tenía en el organismo y debía ser expulsada.

jueves, 6 de noviembre de 2008

De pasión, de locura y de suerte


Parece ser que con los días de calor una exaltación de las pasiones queda asegurada.


Tal vez es por la caminata, por la menor cantidad de ropa, quizá por el aroma a tilo... O, sencillamente, porque sí.


Vas más atenta, mirando lado a lado, acomodándote de manera delicada el mechón de pelo que cae sobre tu mejilla a causa del viento primaveral; con una botellita de agua en la mochila para evitar la deshidratación y un protector solar de alta graduación.


Entoncés lo ves. Está ahí, cerca, casi que podés tocarlo. Tan divino, atractivo, como susurrando tu nombre te mira fijamente. En el mejor de los casos lo encontrás mientras mirás vidrieras por la calle; en el peor, en compañía de otra dama.


Pero supongamos que no tiene dueña ese primor... manos a la obra, entonces!
Simplifiquemos un poco la situación e imaginemos que ya es nuestro y tenemos una relación iniciándose.

Como todo comienzo nos muestra el germen de lo que será más o menos el futuro de la pareja. Con algunos la adaptación es perfecta, encajan como piezas que, si bien separadas como llave y cerradura, fueron confeccionadas para estar juntas. Están predestinados; y ésto es algo que se percibe inmediatamente, el hueco de cada uno parecía estar esperando al otro. Unión feliz. Alegría, alegría! A festejar bailando hasta el amanecer!!!


Pero... pero!!! También se da con frecuencia ese juego de anti-encastre, vos probás, volvés a probar, algo no convence pero seguís. No llega a ser una molestia la primera sensación, pero podés olfatear que algo no te cierra.

Son relaciones pasionales, de pseudoamor a primera vista, un flechazo. En el punto de partida de la relación hay partes que te dan ganas de limar, sacar un poco de allá, agregarle acá... Nada demasiado incompatible, pero es un roce constante que empieza a lastimarte. Poco a poco, casi de manera imperceptible llorisqueás cuando llegás a tu casa y te tirás a mirar tele.

Y sabés qué, Caro? Para esto no hay milagros, sólo el tiempo puede demostrarnos que lo mejor es decir "nunca más", decidir dejar de darnos una vez más la cabeza contra la pared; ojalá hubiera curitas que cicatricen esas heridas. La profunda marca de una relación trunca.


Por si no lo dije estoy hablando de la relación con un par de zapatos nuevos, más específicamente, sandalias.

Las hijas de puta me hicieron parir gatitos. Caminé todo el día como china con zuequitos número 32.